Javier Rodríguez Ten
La Segunda B se encuentra en un momento en el que debe
reinventarse o morir. La actual iniciativa es comprensible pero plantea
consideraciones jurídicas e incide sobre intereses de terceros que hacen
que dudemos mucho de su viabilidad, al menos con la actual legislación.
La Segunda B busca reinventarse, a lo cual hay que decir... que ya
era hora. Es la primera categoría que gestiona en exclusiva la RFEF
(recordemos que 1ª y 2ª A son categorías LFP, que se gestionan "en
coordinación"), y casi la única (a salvo de femeninos y juveniles de
división de honor), porque la Tercera (y los femeninos y juveniles
nacionales)... es ciertamente una categoría autonómica (vean los grupos)
con nombre de nacional, que incluso gestionan por delegación las
Federaciones autonómicas a salvo de la fase final (si es nacional por
eso, pues la Segunda B es profesional porque también tiene su fase de
ascenso).
De niño conocí la Segunda B de dos grupos, Norte y Sur, una buena
categoría. Como socio infantil de la RSD Alcalá ví pasar grandes equipos
y filiales, a Pepe Mel (cedido por el Real Madrid) hincharse a marcar
goles quedando máximo goleador de todas las categorías nacionales
(incomprensible que no se proyectara de blanco)... Eran otros tiempos,
con mucho más público, más apoyo institucional y un partido televisado
el sábado por la noche.
Más adelante, en la década de los noventa, conocí la Segunda B de
cuatro grupos, y durante varios años actué en la misma. Una Segunda B en
la que militaban (consulten hemerotecas) Hércules, Elche, Levante,
Murcia, Jaén, Córdoba, Málaga, Marbella, Cádiz, Xerez, Almería (dos
equipos), Recreativo... Una categoría dispar, superprofesionalizada en
Levante y el Sur y mucho más amateur en el Norte. Con composiciones de
grupos curiosas (recuerdo un Cacereño-Oviedo B, un Real Ávila- Fabril
[actual Deportivo B], un Tudelano-Pontevedra o un Talavera-Avilés) y
difícilmente sostenibles. Siempre me pregunté porqué no había un quinto
grupo, el grupo centro, que eliminara los desplazamientos distales... y
sigo sin entenderlo.
Ahora parece que hay algo de organización y se plantean dos grupos más y el apellido de "profesional".
Respecto de los dos grupos más, sinceramente creo que no son
necesarios. Si acaso ese quinto grupo "centro", en el que se podrían
encajar además (subvencionados) los desplazamientos canarios, dejando
los baleares en el grupo de los equipos valencianos / catalanes, con
Ceuta y Melilla en el Sur. Distancias manejables en autobús, sin
necesidad de pernoctar, incluso atractivas para desplazamientos de
aficionados y sin bajar en exceso el nivel actual.
Lo de ser calificados como categoría profesional es harina de otro
costal. Si así fuera, con la actual legislación en mano, las
consecuencias (algunas) serían las siguientes:
- Los clubes de Segunda B ingresarían en la LFP, dejando la RFEF sin contenido real.
- Los equipos que ascendieran de Tercera División deberían transformarse en SAD en un año y asumir todos los deberes y complicaciones que acarrea ser entidad mercantil (impuestos, contabilidad, no poder recibir subvenciones como asociaciones deportivas o entidades sin ánimo de lucro...). Muchos de los que actualmente militan en la categoría deberían hacerlo también. No están los tiempos para ello. Además, quedarían sujetas a las exigentes normas sobre control económico de la LFP.
- Los aficionados de las mencionadas SAD dejarían de ser "propietarios" para pasar a ser "espectadores", como quien va al teatro. ¿Realmente quieren las aficiones que sus clubes sufran lo que está pasando en muchos de primera y segunda división, y además sin dinero desde el principio?
- El Convenio colectivo AFE-LFP sería invocable, a salvo de los salarios, que deberían establecerse específicamente para la nueva categoría.
- El comité de competición mixto (tres integrantes, LFP, RFEF y común acuerdo) resolvería las sanciones de esta categoría, y de igual modo la comisión arbitral de la competición profesional (idéntico modelo) ejercería sus exiguas competencias sobre los árbitros de Segunda B, que por otra parte... pasarían a cobrar bastante más, claro.
- Las licencias llevarían el doble visado de LFP y RFEF, encareciendo su coste.
- La LFP quedaría en manos de los clubes de Segunda B, a no ser que en la necesaria reforma de estatutos se reservara una mayoría política (o una minoría técnica, porque habría que sumar los votos duplicados de los filiales, que hay muchos) a los clubes de Primera y Segunda. Algo parecido ya existe en la composición de la Asamblea General de la RFEF, donde se reserva a los clubes, jugadores, entrenadores y árbitros de las dos categorías profesionales el 40% de los puestos (ver Orden ECI 3567/2007).
- Los clubes de Segunda B entrarían a repartirse la "tarta" de los derechos audiovisuales, con independencia de la gestión de los de su competición, que aspirarían a que fuera conjunta con los de Primera y Segunda (kit completo: el operador que se lleve éstas, se lleva también aquélla). Este es el quid de la cuestión. Meter la cabeza para rentabilizarlo sí o sí. Comprensible, pero... ¿realmente justo o proporcional? Se puede mirar desde ambas orillas.
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