“La idea es anticiparse y correr menos”, Toni Nadal.


Para mi, Rafa Nadal, la mejor mente de un deportista (me refiero a deportes de masas, tanto en práctica como en aficionados, desconozco en deportes minoritarios si hay tal mente como la de este perfecto deportista) y probablemente, el mejor entrenador y el mejor entorno de un deportista, también lo tiene él.


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El mallorquín, que espera a Silva en segunda ronda, golpea antes la pelota para proteger sus articulaciones

“La idea es anticiparse y correr menos”, dice Toni, su entrenador


“Ahí hay peligro, no te pongas por favor”. Tres botellas de colores eléctricos esperan sobre el cemento azul de la central del Abierto de Estados Unidos. Rafael Nadal, que las otea desde el otro lado de la red, ha pilotado su distribución con precisión (“está a un metro de la línea, ¿verdad?”; “esa para un ataque corto”; “esa para una bola…”). Tras cerrar una práctica de más de hora y media, el número dos se despide de su compañero de entrenamientos y dedica 20 solitarios minutos a perfeccionar el sistema de ataque que le ha llevado a ganar dos Masters 1.000 sobre cemento en la gira veraniega. Nadal, que se las verá con el brasileño Silva en segunda ronda, pone la diana en las botellas y dispara. Sus tiros son violentos. El destino, concreto: donde ahora se posan sus objetivos debe rematar los peloteos en los partidos. En la práctica lo hace con tanto ímpetu que advierte del peligro a quien está en la trayectoria de la pelota. Importa la bala, pero también el pistolero. Toni Nadal, su tío y técnico, le corrige los gestos para que la pelota no se venza contra él y le coma el espacio.
“Nadal le pega ahora a la pelota antes, cuando está subiendo”, dicen en el vestuario. “Ha cambiado su juego”, añade Novak Djokovic, el número uno, que debutó despachando 6-1, 6-2 y 6-2 al lituano Barankis, un resultado algo engañoso, porque afrontó ocho bolas de break en contra. “Juega más dentro de la pista. Sabe que tiene que ser más agresivo”.
“¡Aguanta! ¡Mira! ¡Más adelante! ¡No aguantes tanto!”, va diciendo en mallorquín su entrenador, que se lamenta (“¡Nooo!”) por un mal gesto técnico hasta que descubre que su sobrino ha roto cuerdas.

“Se trata de que pueda anticiparse, esa es la idea. A veces sale, a veces no. ¡Claro que Rafael es más agresivo!”, explica el entrenador en los pasillos de la mastodóntica Arthur Ashe. “Este es el tema por el cual corremos menos. En Montreal y Cincinnati jugó con una posición más adelantada y agresiva. Y para ser más agresivo hay que golpear antes”, añade. “Es una cuestión de decisión. El tema de las botellas sirve de referencia. Lo hemos hecho muchas veces para hacer puntería. El tenis es golpear fuerte pero con puntería. Es más fácil cuando tienes una referencia”. “En los entrenamientos le veo pegando la pelota subiendo mucho”, dice Àlex Corretja, el seleccionador, para describir ese agresivo golpeo que le roba tiempo y espacio al contrario, à la Djokovic. “Históricamente, nosotros [los españoles] la dejábamos caer más. Ahora nos damos cuenta de que cuando sube es cuando más impacto le puedes dar, y que además le acortas distancia al rival. Si dejas la pelota caer un metro, pierdes dos [porque el contrario recupera espacio]”, añade. “Para darle subiendo tienes que tener mucha movilidad y rapidez de piernas y mucha aceleración en los golpes. Lo que tiene Rafa”, sigue sobre los ejercicios. “Cuando acabas el entrenamiento es cuando mejor sientes la pelota y ahí es donde te das cuenta de si te giras más, si tiras la raqueta más para abajo, más para arriba… y te da una muy buena sensación. Cada uno pone los objetivos donde cree que hará más daño”.
Nadal compite desde un gran sentido de la autoprotección. A los 27 años y tras volver en febrero de siete meses parado por una lesión, busca preservar su armadura sin quitarle filo a su juego. Nada más volver a las pistas, el español definió 2013 como un curso de “transición”. Sin embargo, el proceso iniciado para cambiar su estilo y proteger sus rodillas ha dado réditos inmediatos: ha disputado la final de once de los doce torneos que ha competido y ha celebrado los dos Masters 1.000 previos al Abierto de EE UU, lo que no conseguía nadie desde 2003 (Andy Roddick). El español, brillante sobre cemento, aún busca consolidar el proceso.
“En algún momento”, dijo sobre su debut ante Harrison; “jugué más por detrás de la línea de fondo que en los torneos previos. Necesito irme adaptando a las pistas y a estas pelotas, que son distintas a los torneos anteriores. Son más lentas”. A Nadal le han cambiado las balas, pero no la escopeta ni las intenciones: anclado sobre la línea de fondo, él es ahora quien dispara primero.

"Le pega cuando la bola sube, con lo que le acorta distancias al rival”
Àlex Corretja


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