Zeljko Obradovic manda a un jugador al vestuario en pleno partido, ¿estratégia?


Este pasado lunes nos enteramos, a través de unas imágenes que llegaban desde Turquía, del enésimo cabreo de Zeljko, pero esta vez con exageradas consecuencias, ya que echó de la pista y mandó al vestuario a Nemanja Bjeliça cuando aún restaban unos siete minutos para finalizar el final. 


En las redes sociales el video causó furor y una reacción casi unánime: “Qué grande, Obradovic”, “Genio y Figura”, “Esto solo lo puede hacer él, crack!”, “Demostrando quien es el Jefe” y por supuesto ningún apoyo al jugador, quedando patente que pese a su calidad tiene colgadas ya muchas etiquetas que no le dejan en buen lugar en cuanto a actitud, compromiso y esfuerzo al trabajo. Mi reacción fue la misma, no lo voy a negar. Actitud de veneración absoluta al que consideramos el mejor entrenador de Europa. ¿Quién más sería capaz de hacer lo mismo? ¿Quién tendría suficiente potestad para hacer algo similar? Muchas opiniones derivaron en un técnico de aquí, Aíto Gª Reneses. Y en eso, en un principio, estaba de acuerdo también, aunque mi opinión al respecto cambió bastante rápido. Al día siguiente, compartiendo el vídeo con un entrenador mucho más joven que recién empieza en el mundo del entrenamiento, me di cuenta que alguna cosa fallaba en mí y en el resto que hemos venerado, aprobado y casi puesto en los altares no a Zeljko, que ya lo está, sino a su particular conducta de mandar a un jugador al vestuario en pleno partido. Mi rápida y fugaz reflexión tenía que ver con la reacción de mi compañero al ver el vídeo, la misma que tuvimos todos. ¿Cómo puede ser? Conoce al entrenador obviamente, pero ¿su trabajo también? ¿Qué ejemplo se lleva siendo él un entrenador joven, que justo empieza a entrenar? Sentí el peligro en la posible influencia que hayan podido tener esas imágenes en mi compañero.

Obradovic
Todos vamos cogiendo cosas de todos los entrenadores que vemos, lo que nos gusta, sus sistemas de juego, pero sobre todo la imagen que proyecta el entrenador y su comunicación muchas veces también son objeto de copia y se mimetizan, llegando a modificar algunos rasgos y comportamientos en la persona que los adopta. Y la imagen de Obradovic echando a un jugador del partido podría tener connotaciones muy negativas en entrenadores jóvenes, que en la resolución de conflictos o problemas con un jugador decidieran adoptar la estrategia del maestro serbio.

¿Estrategia? Y por qué no.
No soy periodista ni empleado del equipo turco y mucho menos amigo de Zeljko Obradovic, pese a que me encantaría, pero como entrenador de baloncesto no me conformo en visualizar y dar por hecho que las imágenes hablan por sí solas y no dan pie a nada más. Mis sensaciones y mi intuición me dicen que hay algo más en esa reacción. Algo que está más cerca de la estrategia que del castigo, que también, pero no en el grado y valoración que podamos hacer a simple vista.

Fue así como después de pasar por la parte reflexiva-educativa y ver que la acción que tuvo lugar en ese partido no sería un buen ejemplo para los entrenadores y, especialmente, para los jóvenes, tomé otro camino en el sentido más táctico-estratégico.
La dilatada y laureada trayectoria de Zeljko invita a pensar, y a deducir a la vez, que estamos ante un hombre inteligente, listo, meticuloso y exigente, pero ante todo un apasionado de su trabajo y del baloncesto. Como muchas veces ha declarado, el baloncesto es su vida. Tiene claro que trata con personas antes que con jugadores y que su respeto por la persona es sagrado, actitud y modo de vivir que le fue inculcado ya desde muy pequeño por sus padres y más tarde en el ámbito del baloncesto y del entrenamiento por el profesor Nikolic y el entrenador Dusan Ivkovic.
“Las personas pasan por delante de cualquier éxito, victoria o campeonato”.
“Mi trato personal con cada uno de ellos es para ayudarles individualmente y para buscar el bien del equipo y nunca habrá nada personal que afecte en la cancha”.
“Cada vez que le corrijo y le hablo a un jugador quiere decir que me interesa; si un día paro, entonces querrá decir que no me interesa nada”.
(Zeljko Obradovic)  
Sus palabras más repetidas, y más este año, donde inicia una nueva etapa en Fenerbahçe, son las de dar única y exclusivamente importancia al trabajo diario de sus jugadores. Pero cabe señalar que una de las características que distinguen a Obradovic del resto es la dirección de partido. Esta corresponde no a lo que está ocurriendo, sino a la acción o situación que dará lugar a la acción presente. Su equipo juega un partido en tiempo real; él lo dirige y conduce un paso por delante de ellos. Limpia el camino, advierte los obstáculos, enseña el sendero e invita a sus chicos a pasar por él. Cómo lo hagan depende de la iniciativa y contrainiciativa de su equipo y el equipo rival que esté enfrente. Zeljko se resume en:
  • Personas
  • Trabajo diario
  • Anticipación y proactividad
Con estas simples premisas, ¿cómo puedo no pensar que ese acto fuera una simple estrategia? Si no fuera así estaría contraviniendo puntos como tratar, simple y llanamente a un jugador y exponerlo al público o bien actuar de manera reactiva, justo lo contrario a su estilo de dirección. ¿O es que piensan que todos sus enfados en el banquillo son producto de conductas reactivas? Permitanme decirles que yo pienso justo lo contrario, desde hace ya unas temporadas. Si volvemos a las imágenes, la situación que provoca el cambio es una discusión entre McCalebb y Bjelica en la cancha de juego, con el balón parado y cerca de Obradovic, quien manda a Kleiza a sustituir al serbio. De mi particular fotografía de la secuencia extraigo tres detalles:
  1. De los dos jugadores, el que sufre el castigo es el más joven, ante la veteranía de McCalebb.
  2. Bjelica es serbio, como Obradovic. El único serbio de la plantilla entre los jugadores.
  3. El contacto físico que se da entre entrenador y jugador en el acompañamiento a irse fuera de la cancha.
Bjelica puede estar agradecido de que Obradovic se tome tantas molestias con él, en relación a su concepto de indiferencia y sus consecuencias. No es que McCalebb sobre, claro está, pero el futuro pasa o debería pasar por jugadores como el serbio. ¿Y si estaba pactado el affaire entre dos personas que comparten nacionalidad, cultura , idioma común, admiración mutua y un modo particular de vivir el baloncesto? No lo descartaría. No digo que estuviese pactado el lugar, la hora y el modo de hacerlo, pero sí que hubiera el conocimiento por parte del jugador de que ante cualquier conato de altercado, el entrenador reaccionaría de manera contraria a él, sobreactuada, pero ejemplar de cara el equipo. Hace un par de años tuve la oportunidad de trabajar durante un corto espacio de tiempo en Serbia, en las filas de un club de Belgrado, y pude comprobar que allí el baloncesto es una religión. Que los jugadores y entrenadores tienen una cultura totalmente distinta a la que estamos acostumbrados en España o, por lo menos, lo que yo he visto hasta el momento por aquí. Una de las experiencias que me impactó en el marco de la competición fue la relación que tenían el entrenador principal y uno de los jugadores veteranos de la plantilla.

El equipo estaba formado por jugadores muy jóvenes, entre los 17 y los 20 años, y tres jugadores más experimentados. Para los jóvenes, la exigencia era terrible, el trato y las maneras de relacionarse eran con total ausencia de respeto en la cancha. Dictatorial, sí. Con los veteranos era todo lo contrario, excepto con uno de ellos, con experiencia internacional y sin duda el mejor jugador con el que contaba el equipo, que recibía palos como un joven unos días y trato de mariscal en otros. En un partido que no iba bien, el marcador era favorable pero las expectativas eran más altas debido a la entitad del rival, el entrenador estuvo encima del veterano durante todo el partido, recriminándole todos y cada uno de los errores pese a que era de los pocos que anotaba. Lo peor eran las formas, los gritos, los insultos que le prodigaba al jugador. Hasta que en uno de estos altercados, y durante un tiempo muerto, el jugador, que antes aguantaba sin rechistar todos los órdagos del entrenador, se atrevió a replicar con tono alto y desafiante. Lo echó del campo, lo mandó a los vestuarios. Yo no entendía nada. Durante la semana me acerqué al jugador para comentar con él lo que pasó, que desde mi punto de vista era incomprensible. La respuesta fue breve y clara: “No te preocupes, los dos estábamos interpretando un papel para que los jóvenes del equipo reaccionaran; si se comporta así conmigo, ¡cómo no va a comportarse con los jóvenes, pensarán que a ellos los mata!”. Y entre risas suyas y mi perplejidad nos dirigimos a la cancha para empezar el entrenamiento de la tarde.

La conexión mental de mi experiencia con las imágenes del partido de Fenerbahçe fue total. Camaradería absoluta entre serbios. Solo ellos entienden que cuando gritan, tan solo hablan, y si impera el silencio, preocúpense, porque es el peor síntoma de que las cosas están feas. Obradovic echó al jugador, pero se tomó la molestia de acompañarle hasta la salida del área del banquillo, enfilando el camino del vestuario. Para mí es significativo cómo le lleva agarrado; el intercambio de palabras también creo que es clave. En ese breve tiempo en que sucede el hecho veo una actitud muy paternal en Zeljko Obradovic que humaniza el problema, le quita trascendencia e invita a la reflexión sosegada por parte del jugador en el vestuario. Y que de allí no pasará. Sensaciones que tiene uno, cuando lo fácil hubiera sido echarle a gritos, gestos, aspavientos y con la cara roja como el demonio del entrenador.
¿A dónde quiero llegar?
Zeljko quizá busque una reacción o, mejor dicho, un punto de inflexión en un equipo de nueva construcción que ya ha superado el ecuador de  la competición, que en la liga doméstica no obtiene los resultados esperados y en Europa está en plena fase de clasificación para los cuartos de final en un grupo muy muy igualado.
Puedo pensar, y también Zeljko Obradovic, que este suceso puede actuar de revulsivo y motivación para algunos jugadores. Voy más allá. Todo el mundo esperará una gran actuación de Bjelica en el siguiente partido, pero quizá el mensaje no era ni para el serbio ni para McCalebb, sino para Kleiza, jugador estrella que ocupa la misma posición de Bjelica pero que hasta ahora está realizando una discreta temporada.

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