Contador, un ciclista de otro tiempo

Diario Sur

Contador, un ciclista de otro tiempo
Contador celebra en el podio su liderato en la Vuelta. / Efe
«Full gas, full gas». Las palabras mágicas que pronunció Alberto Contador subiendo el collado de Hoz serían el comienzo del fin para Joaquim Rodríguez. La carretera se había convertido en una locura, en un infierno en el que se rodaba en torno a los 50 kilómetros por hora.
Aquello era un delirio. Sergio Paulinho y Jesús Hernández (Saxo Bank) se meterían en un grupo en el que estaban Losada, Intxausti, Tiralongo, Mollema, Nocentini, Duque o Nairo Quintana.
«Aquello se estaba moviendo mucho. Iba a pasar algo. Los Saxo Bank estaban muy activos», decía Purito Rodríguez, que encajó el golpe, aparentemente, bastante bien. Lo que le pasó por la cabeza cuando estaba solo en su habitación por la noche fue algo que sólo conocerá él.
Saxo Bank había removido las entrañas de la Vuelta, con unos ochenta kilómetros iniciales que invitaban más a bajarse de la bicicleta que a seguir corriendo por la locura instalada en el pelotón.
Quedaba sólo Contador. Y se la jugó. Atacó, ante el desconcierto general. ¿Un gesto de impotencia? ¿Un soberbio? ¿Un farol? Daba igual. Atacaba y se iba en solitario hacia delante. Purito y Valverde no podían seguirle. Esperaban que todo fuese un espejismo. El trabajo de demolición de Saxo Bank recordaba al de Liberty cuando ganó Roberto Heras la carrera a Denis Menchov en Pajares, después de un descenso temerario de La Colladiella, en 2005.
Los segundos de Contador comenzarían a aumentar cuando Jesús Hernández, primero, y Sergio Paulinho, después, tiraban sin cadena. Le quedaría un tercer hombre, Paolo Tiralongo, el amigo al que le dejó ganar una etapa del Giro hace un año en Macuenaga.
Entonces y ahora corría en el Astana este italiano fiel. Tiralongo trabajó para Contador. Esta vez no habría etapa de por medio. Tiralongo no podía seguir a un Contador que parecía poseído. Trabajó lo que pudo. Se convirtió en una víctima más de Contador.
Los seis meses de sanción, el parón que tuvo, el daño de imagen que padeció, las ganas de golpear moralmente a mucha gente y un estado físico que va mejorando se juntaron. El cóctel que salió resultó explosivo.
Con una rabia contenida que hacía mucho tiempo que acumulaba dentro, los segundos iban cayendo a su favor. Fuente Dé es una subida tendida, larga, pero no dura. La dureza llegó por medio de la velocidad a la que se rodó.
Joaquim Rodríguez perdió de golpe su frialdad, su estrategia. Se quedó bloqueado. Podía pensar pero las piernas no le respondían. No entrenó durante el día de descanso y cuando quiso reaccionar, no pudo.
Contador olió su presa en la ascensión y no la soltó. Se convirtió en un corredor de otro tiempo, como hizo el año pasado en el Télégraph, camino de Alpe D´Huez, cuando atacó a 90 kilómetros de la meta.
«Cuando pensaba atacar era como si tuviese un ángel y un diablo dentro que me decían cosas distintas. Uno me animaba a atacar y el otro me decía que conservase lo que tenía. El cuerpo me pedía atacar y seguí mi instinto» explicaba Contador, que realizo una contrarreloj de 40 kilómetros.
Valverde también dejaría a Purito Rodríguez y se iría por delante buscando la etapa. Contador realizaba una exhibición de orgullo. Quería reivindicarse con una de los mejores triunfos de su carrera. «Lo mejor fue el Tour Down Under,en 2005, cuando volví a ganar después de la enfermedad que tuve. También la París-Niza de 2007 fue algo especial. Luego viene lo de hoy», comentaba.
Las facultades siempre las ha tenido. Ese es un don natural que ha atesorado y que se pierde de la noche a la mañana. Con Valverde cada vez más cerca de él, logró levantar los brazos hacia el cielo, celebrar de forma muy distinta a lo que lo ha hecho siempre su victoria y luego fundirse con su madre, Paqui, y su mujer, Macarena, en un fuerte abrazo.
Contador llegó a olvidarse que su estado de forma no es el ideal, que en los últimos quince kilómetros podía perder mucho de lo que había conseguido, pero siguió, con las antebrazos apoyados en el manillar hasta que le metió 2:32 a un Joaquim Rodríguez que asistió impotente a su desmoronamiento.
Las bonificaciones jugaron en esta ocasión a favor de Contador, que logró seis en un sprint intermedio, más doce en la meta. En cuarenta kilómetros dejó al hasta ayer líder a 2.28. Las lágrimas iban aflorando a su rostro. Tardó mucho en serenarse. No le bastó con la exhibición que realizó. Necesitaba más. Estaba exhultante, dentro y fuera de la carretera.

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