La crisis ha reducido los sueldos en un 75% en el fútbol modesto.


Hace menos de una década, quedarse a las puertas del fútbol profesional no era un drama. Miles de futbolistas de Segunda B y Tercera se ganaban la vida con suficiencia en esas categorías aleja

















Hace menos de una década, quedarse a las puertas del fútbol profesional no era un drama. Miles de futbolistas de Segunda B y Tercera se ganaban la vida con suficiencia en esas categorías alejadas de los focos, en las que diez años de trabajo eran sinónimo, en la mayoría de los casos, de una jubilación holgada o, cuanto menos, de una vida posterior sin apreturas. Ese sueño de miles de jóvenes se trunca ahora con más facilidad, bombardeado por una crisis económica que se ha comido el fútbol modesto hasta dejarlo al borde de la desaparición, subsistiendo como se puede, pero lejos del futuro brillante y cargado de euros al que iba aparejado hace solo un puñado de temporadas.
Alberto Merino (La Línea de la Concepción, 1975) lo sabe muy bien. Lleva desde 1996 jugando en Segunda B. No hay un futbolista que haya disputado más partidos en la categoría, en la que ha pasado por cinco equipos en casi veinte años de carrera. Su vida laboral ofrece una radiografía casi perfecta de lo que ha sido el fútbol modesto y en lo que se ha convertido en nuestros días. «La vida de un futbolista de Segunda B ahora es la de un ‘currito’ más. Antes podías vivir exclusivamente para el fútbol y ahora el que más o el que menos tiene que buscarse la vida para encontrar un complemento», asume el defensa, que actualmente defiende los colores de la Balompédica Linense.

Futbolistas mileuristas

Allí no hay cámaras en los entrenamientos ni Ferraris en el parking. La vida es más normal, como en la mayoría de equipos de la categoría. Una vida entregada al deporte, al igual que en cualquier equipo de Primera, pero con una contrapartida económica muy alejada de la de aquellos. «Quitando dos o tres clubes punteros, los sueldos en Segunda B ahora no van mucho más allá de los mil euros. Con eso puedes vivir, pero no pensar en el futuro», afirma Merino, que en el pasado conoció también las vacas gordas de la categoría. Años en los que un sueldo medio rondaba los cuatro o cinco mil euros, en los que había fichas por encima de los 150.000 euros anuales y primas millonarias que a día de hoy son inexistentes.

«Entonces, tenías un colchón económico. No es que fueras a hacerte rico, pero te daba para vivir bien e intentar pagar una hipoteca antes de retirarte. La gente puede pensar que somos unos privilegiados, pero la vida del futbolista es muy corta y muy sacrificada», señala con cierta amargura, haciendo hincapié en los problemas que él mismo y muchos compañeros han atravesado en un pasado reciente para poder cobrar las nóminas. Deudas que en muchos casos han quedado en el limbo por la desaparición de los clubes o por el farragoso sistema judicial que deja indefenso al jugador.

Becas y ayudas

Ese futuro incierto es el que ha hecho que tanto los propios jugadores como la Asociación de Futbolistas (AFE) comiencen a pensar con más fuerza en la vida después del fútbol. Luis Rubiales, presidente de la AFE, reconoce que muchos futbolistas les reclaman hoy en día este tipo de ayuda y que desde la asociación se ha reforzado el área social con charlas informativas y becas de estudios que en solo cuatro años han multiplicado por cuatro su dotación económica.
 «Actualmente destinamos más de 800.000 euros a la formación de los futbolistas fuera del campo. Más de 1.300 jugadores se benefician de esta ayuda, dedicada en más de la mitad de los casos a estudios universitarios y el resto a Formación Profesional, cursos relacionados con el deporte (quiropráctica, masajista...) o idiomas», señala el dirigente, consciente de que esta ayuda es ahora más importante que nunca. «Las charlas que damos en los vestuarios están orientadas al futuro. Al día después y a la capacidad de ahorro», apunta. Son claves para que el adiós al fútbol no sea traumático.
Rubiales recuerda que los sueldos se han recortado en un 75 por ciento, mientras que los ingresos de los clubes han crecido. La crisis afecta, pero donde más se ha notado es en la nómina del principal protagonista del juego, algo a lo que Rubiales cree que hay que buscar solución. «La crisis en el fútbol no es económica, es de reparto y gestión. La Segunda B es el gran vivero del fútbol profesional y deberíamos sentarnos para ver si un porcentaje de esos ingresos puede llegar a los más modestos», aboga Rubiales, quien ve en los horarios del fútbol profesional otro problema para la supervivencia de los modestos. «Se han adueñado de toda la franja horaria y eso ha reducido la asistencia a los campos y, por consiguiente, los ingresos de los clubes más pequeños», señala el presidente de la AFE.

Éxodo nacional

El paro en España ha llevado a muchos jóvenes a buscarse la vida fuera del país. Un éxodo que se reproduce en el mundo del fútbol, donde cada verano hay más jugadores que se marchan al extranjero. José Antonio Martín Otín «Petón» corrobora esta tendencia desde su larga experiencia como representante de jugadores. El actual Consejero Delegado de Bahía -una de las agencias más importantes de España- reconoce que «un gran número de futbolistas de segunda o primera línea prefieren ahora salir a ligas europeas, donde cobran mucho más dinero. Hace años, el futbolista de Segunda B podía vivir y pensar en el futuro. Ahora, fuera les ofrecen contratos más suculentos y con mayor seguridad de cobro que en España», afirma Petón. El mercado de fichajes en Segunda y Segunda B está muerto. «No hay traspasos en esas categorías, solo intercambio de cromos», señala.
A pesar de las dificultades referidas, todos coinciden en que el sueño sigue vivo. Tienen que hacerlo. «El fútbol es demasiado bonito como para que lo entierre el dinero», afirma Alberto Merino, que apura sus últimos años sobre el césped animando a los más jóvenes a entrenar duro y con la esperanza de un futuro mejor, alejado del lujo, pero cargado de ilusión.

La Segunda B, en números

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