El secreto del competidor: controlar su memoria



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El deportista de élite se diferencia de la persona de la calle en que aquél aprende y logra el hábito de recordar las experiencias positivas incluso en situaciones de un estrés máximo. La tendencia del ser humano, por puro instinto de supervivencia y estar así prevenidos, es a dar más peso en su memoria a las experiencias negativas que a las positivas cuando la presión es alta: el cerebro da la voz de alarma, nos infunde miedo para escapar.

Sólo los competitivos son capaces de “vencer conscientemente” la tendencia biológica de su memoria y actualizar así en su mente una experiencia de éxito en su recuerdo o, de no tenerla, visualizar la actuación adecuada que se pretende en ese momento.

Para ello el deportista debe archivar en su memoria todas las experiencias triunfales, sobre todo aquellas que supusieron la superación de adversidades y demandaron de él ese “extra” de resistencia y capacidad de sufrimiento que distingue a los  simples aficionados a ganar de los gladiadores enamorados de la adrenalina y la competencia. Sin embargo lo difícil no es recopilar todas esas experiencias sino actualizarlas en nuestra memoria en momentos en que nuestra atención está sometida a la tentación de muchos distractores: el error que se acaba de cometer, el marcador en desventaja, el cansancio, el miedo que se siente visualizando una posible derrota, un rifirrafe con un rival, etc.

La principal virtud del deportista competitivo es que es capaz de recordar o visualizar con gran detalle lo que ha de hacer aun en situaciones críticas. De manera que suponga una cadena de instrucciones a seguir y nunca un deseo general o abstracto: Por ejemplo: ¡Puedo hacerlo, ya lo hice aquel día! Debe ser sustituido por: Voy a hacer esto, esto y esto de esta manera, tal como lo hice en aquella ocasión que tuve éxito.

El deportista debe ser instruido por el psicólogo deportivo para adquirir la habilidad de pensar en lo que quiere hacer (no en lo que no quiere), y cómo hacerlo con autoinstrucciones sencillas, en todos los momentos en que tenga que tomar decisiones durante la competición.
Cuando el nivel de estrés que soporta el deportista es muy alto es imposible que simples palabras de ánimo lleguen a su conciencia, los recuerdos o las visualizaciones deben ser concretas y descompuestas en pasos simples que pueda procesar fácilmente.
Tanto las palabras del entrenador, como de los compañeros como de las del propio deportista deben describir acciones concretas a llevar a cabo (y si tuvieron éxito en el pasado se debe apuntar también esa alusión para dirigir la atención del deportista hacia el producto final que se pretende conseguir que, además, es real, ocurrió y él mismo fue su autor).
El manejo eficaz de la memoria en situaciones de alto estrés es el principal requisito para trabajar la autoconfianza.
Respóndenos a esta cuestión:
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José Ángel Caperán
Psicólogo Deportivo

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