Cuatro ideas sobre el Croacia-España

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España rubricó su pase a cuartos de final de la Euro 2012 con más sufrimiento del esperado. Su exigua victoria por un gol a cero frente a la laboriosa Croacia de Slaven Bilic arrojó un mar de dudas y sombras sobre el colectivo. No vamos a juzgar si España jugó bien o jugó mal. Lo que parece evidente y es indiscutible para la mayoría de la opinión es que los nuestros jugaron muy por debajo de sus posibilidades reales. No ya individual, sino colectivamente. Anoche España no fue un equipo o, al menos, no funcionó como tal.
Un ritmo inapropiado. Desde el comienzo del choque se percibió que algo no iba como debía. A la ya conocida y comentada dificultad para dar fluidez a la circulación de la pelota en el centro del campo, ayer se unió un ritmo particularmente cansino y apagado en la zona de tres cuartos de campo. Sin jugadores de banda (posiciones teóricamente cubiertas por Silva e Iniesta, futbolistas con descarada tendencia a ocupar posiciones centradas), y con una preocupante obstinación por jugar el balón al pie en lugar de al espacio, España se colapsó entre la telaraña ajedrezada. Los pocos espacios que concedían los croatas nosotros los despreciábamos, insistiendo una y otra vez en acercar el balón al área de Pletikosa jugando al pasoy sin someter a excesiva exigencia a la zaga balcánica. No fue tanto un problema de que el receptor del balón no buscase el desmarque al espacio, porque los hubo, sino de que el pasador, el origen de la jugada ofensiva, jamás buscaba esa posibilidad.
Croacia también jugaba. Y lo hizo, a su estilo, de manera intachable. Los de Bilic jugaron las cartas que les había tocado en suerte para este último partido de la fase de grupos con gran inteligencia. Llevaron el partido al punto deseado, pegando cuando debían y anulando a Xavi e Iniesta con una presión obsesiva. Con el crono achuchando y España asfixiada por la urgencia y la ansiedad de saber que un gol del rival los mandaba para casa, Croacia se aprovechó de un clima de tensión en el que sus futbolistas se desenvuelven como pocos. Lo intentó a través de diversas escaramuzas, casi todas ellas en el último tercio del partido.. Con transiciones ofensivas velocísimas, la movilidad de Mandžukić y la certera guía de Modrić no daban respiro al aficionado español. Los peores presagios se agolparon en la memoria cuando el sevillista Ivan Rakitić, completamente solo en el segundo palo, remató de cabeza a las manos de Casillas a escasos tres metros de distancia. Fue un remate sencillo que cualquier delantero habría picado hacia el suelo. Por fortuna para nuestros intereses, la cabeza del centrocampista nacido en Suiza no está acostumbrada a esa suerte.
Los cambios, otra vez los cambios. Visto que el plan español no terminaba de carburar, Del Bosque decidió dar entrada en el campo a Jesús Navas, retirando a Fernando Torres. Volvía España al discutido dibujo del ‘falso nueve’, pero esta vez con la variante de que quien desempeñaba dicha función no era un único hombre, sino en ocasiones el propio Navas, en ocasiones Iniesta o incluso en ocasiones Silva. O los futbolistas sobre el césped no asumieron que la idea del ‘falso nueve’ era irrumpir entre la defensa croata desde atrás con un toque de balón ligero y ágil, o las órdenes no fueron precisamente ésas. España se vio durante un buen tramo del partido colgando balones, pocos, a un falso nueve que apenas rondaba el metro setenta incrustado entre dos centrales, Ćorluka y Schidenfeld, que sobrepasan con creces el metro noventa. Tan improductivo como incomprensible. La posterior salida de Cesc Fàbregas reincidió en la idea. Siempre sin un referente en el área croata. Lo peor del gol de Navas en el 88, si es que tiene algo malo, es que siembra de argumentos la apuesta por ese equipo romo y timorato del ‘falso nueve’.
La especulación con el marcador. Dijo Vicente del Bosque, entrevistado al término del choque, que a España poco le importaba medirse con Francia, con Inglaterra o con Ucrania en cuartos de final. Que España no pensaba en eso. El viejo discurso del día a día se queda colgado en ocasiones como ésta. En un torneo corto como la Eurocopa, España, como cualquier otro equipo, debe jugar sus bazas lo mejor posible. Y entre esas bazas está el procurarse un camino lo más asequible posible hacia la final. En la mano de los nuestros estaba la búsqueda de la primera plaza del grupo, que no solo evitaba previsiblemente a Francia en cuartos, sino que despejaba considerablemente el camino en semifinales. España quiso jugar durante muchos minutos a que el empate a cero le valía. Sí, pero no. Enfrentarse a Francia y a Alemania o hacerlo con Inglaterra/Ucrania y Portugal/República Checa. La decisión era sencilla. Para cuando España quiso ir a por el partido el miedo a encajar un gol ya se había apoderado de los nuestros. Era el plan croata, que los de Bilic, como decíamos, ejecutaron a la perfección. Terminó sin darles fruto, pero nadie podrá negar que toda su actuación, sustituciones del segundo tiempo incluidas, interpretó las exigencias del escenario a las mil maravillas. Justo lo contrario que los nuestros.

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