Un artículo GENIAL: Viaje al cerebro de la máquina, Rafa Nadal.

Cada vez que profundizaba leyendo éste articulo me iba encantando más lo que leia, no tiene desperdicio leerlo entero, aunque es un poco largo, pero hay frases y párrafos enteros que son muy merecedores y necesarios leerlos. http://www.elpais.com/articulo/portada/Viaje/cerebro/maquina/elpepusoceps/20111016elpepspor_10/Tes Leí un breve artículo suyo en el diario As el año pasado que me abrió los ojos a la gran verdad del fenómeno que es Nadal. El periodista es Juanma Trueba, un brillante y perspicaz escritor, y aquí me permito reproducir algunas de sus palabras: "Me gustaría compartir un sentimiento que me asalta cada vez que asisto a un gran partido de Nadal. Llegado el momento y al rato de iniciarse el juego, casi siempre pienso que el otro es mejor, que sus golpes son más largos y mortíferos, que su revés hace más daño y que su servicio no digamos... En cada caso percibo que Nadal tiene, además de un partido por jugar, un problema por resolver. Como si antes de derrotar al adversario tuviera que vencer su propia debilidad (el saque, la volea, los dolores crónicos...). El resultado es que cada partido de Nadal incluye, a mi modo de ver, un ejercicio de superación. Sus encuentros no están planteados desde la superioridad técnica (como hace Federer), sino desde el asalto salvaje, desde la inferioridad rebelde. De ahí que la épica sea consustancial a sus victorias, porque en esta historia David siempre mata a Goliat. Al margen de la victoria, el placer es observar cómo Nadal tuerce, en cada torneo, el destino que parecía contrario. Hay una lección moral en eso, un mensaje que cala rápido y que le distingue de otros tenistas, de otras personas. No dar una bola por perdida es un buen consejo para transitar por la vida. Sospecho que por eso nos gusta tanto Nadal. Porque en cada partido nos recuerda el camino". ¡Qué bueno que es Trueba! Da en el clavo. Y sospecho que, como en mi caso, fue aquella final de 2008 contra Federer en Wimbledon la que le iluminó. Fuera del Antiguo Testamento, esa metafórica rivalidad entre David y Goliat pocas veces se habrá visto en dimensión más épica, al menos en el terreno deportivo, que en ese partido, la columna vertebral narrativa del libro que he hecho con Rafael Nadal. Lo vimos todo juntos en vídeo y él me contó, casi punto por punto, lo que pasaba por su cabeza en cada momento, tanto a nivel emocional como a nivel analítico y racional. Fue fascinante poder casi vivirlo como lo vivió él. También lo fue oírle relatar cómo se preparó para aquel partido; su "ritual", como él lo llama; su preparación mental, su extraordinario poder de concentración, la especie de autohipnosis en la que intenta sumergir sus debilidades e inseguridades humanas con el propósito, que él mismo reconoce como imposible, de convertirse en una máquina de tenis, en un robot gladiador. ...Porque en un partido de tenis, la batalla más encarnizada que libro es con las voces que resuenan dentro de mi cabeza: quieres silenciarlo todo dentro de la mente, eliminarlo todo menos la competición, quieres concentrar cada átomo de tu ser en el punto que estás jugando. Si he cometido un error en el punto anterior, lo olvido; si se insinúa en el fondo de mi cabeza la idea de la victoria, la reprimo. ...Si ha sido un buen punto -los espectadores de Wimbledon conocen la diferencia-, estalla el clamor: aplausos, vítores, gente que grita tu nombre. Lo oigo, pero como si viniera de un lugar lejano. No soy consciente de que hay quince mil personas a la expectativa en el recinto, siguiendo con la mirada cada movimiento mío y de mi rival. Estoy tan concentrado que no me entero para nada. ...perder siempre duele, pero duele mucho más cuando sabes que tenías posibilidades y las has desaprovechado. Federer me había vencido, pero también yo, en no menor medida, me había derrotado a mí mismo; me había defraudado y no lo soportaba. Había flaqueado mentalmente, me había permitido distraerme; me había apartado de mi plan de juego. Qué estúpido, qué innecesario. Era más que evidente que había hecho precisamente lo que no hay que hacer en un partido importante. ... ...Soy muy consciente de lo breve que es la vida de un deportista profesional y no aguanto la idea de desperdiciar una ocasión que a lo mejor no vuelve a presentarse nunca más. Sé que cuando mi carrera acabe no seré un hombre feliz y quiero aprovecharla al máximo mientras dure. Cada momento cuenta, por eso me entreno siempre con tanto rigor, pero hay momentos que cuentan más que otros. ...Yo lo hago con todos los que me rodean, incluso con mi familia. Cuando un partido está en juego, soy otra persona. Me esfuerzo por convertirme en una máquina del tenis, aunque en última instancia es un empeño imposible. No soy un robot; la perfección en el tenis es imposible, y el desafío consiste en escalar la cumbre de las propias posibilidades. ...Durante un partido estamos en lucha permanente por mantener a raya las debilidades de la vida cotidiana, por contener las emociones humanas. Cuanto más contenidas estén, más posibilidades de ganar habrá, a condición de que se haya entrenado con el máximo rigor y el talento de nuestro rival no sea muy superior al propio. ...Hay que encerrarse tras una armadura protectora, convertirse en un guerrero sin emociones. Es una especie de autosugestión, un juego al que juega uno solo, con seriedad absoluta, para disimular las propias debilidades ante uno mismo y ante el rival. ...La mayor parte del tiempo siento dolor cuando juego, pero creo que eso les ocurre a todos los que se dedican a los deportes de élite. A todos menos a Federer. Yo he tenido que esforzarme para acostumbrarme al dolor, para soportar la tensión muscular de carácter repetitivo que impone el tenis, pero él parece haber nacido para jugar al tenis. ...Dijo que se había producido un retraso por culpa de la lluvia, pero que pensaban que no serían más de quince minutos. No me inmuté. Estaba preparado para aquello. La lluvia afectaría a Federer igual que a mí. No rompería el equilibrio. Me senté y comprobé las raquetas, su peso, su estabilidad; me subí los calcetines, procurando que los dos estuvieran a la misma altura de la pierna. Toni se acercó a mí. "No pierdas de vista el plan de juego", me recordó. "Haz lo que tienes que hacer"....Yo escuchaba y no escuchaba. En esos momentos sé lo que tengo que hacer. Mi concentración es buena. Mi aguante también. Aguantar: he ahí la clave. Aguantar físicamente, no rendirme en ningún momento, afrontar todo lo que me salga al paso, no permitir que lo bueno ni lo malo -ni los golpes maestros ni los golpes flojos, ni la buena ni la mala suerte- me desvíen de mi camino. Tengo que estar centrado, sin distracciones, hacer lo que tengo que hacer en cada momento. Si tengo que golpear la pelota 20 veces al revés de Federer, lo haré 20 veces, no 19. Si para encontrar la ocasión propicia tengo que prolongar el peloteo a 10 golpes, a 12 o a 15, lo prolongaré. Hay momentos en que aparece la ocasión de conectar una derecha ganadora, pero tienes el 70% de probabilidades de que salga bien; esperas otros cinco golpes y entonces las probabilidades aumentan al 85%. Hay que estar alerta, ser paciente, no precipitarse. ...Estar concentrado significa hacer en todo momento lo que sabes que tienes que hacer, no cambiar nunca tu plan, a menos que las circunstancias del peloteo o del juego cambien de un modo tan excepcional que justifiquen la aparición de una sorpresa. Pero en términos generales significa disciplina, significa contenerte cuando surge la tentación de jugártela. Luchar contra esa tentación significa tener la impaciencia o la frustración bajo control. ...Me senté, me quité la chaqueta del chándal y tomé un sorbo de agua de una botella. Luego, otro de otra botella.Repito siempre estos movimientos antes de que dé comienzo el partido y en cada descanso entre juego y juego, hasta que el encuentro finaliza. Un sorbo de una botella, otro sorbo de otra. Luego dejo las dos botellas a mis pies, delante de la silla, a mi izquierda, una detrás de la otra, en sentido oblicuo al lateral de la pista. Algunos lo llamarían superstición, pero no lo es. Si fuera superstición, ¿cómo se explica que haga siempre exactamente lo mismo, gane o pierda? Es una forma de situarme yo en el partido, de poner orden en mi entorno para que se corresponda con el orden que busco en mi cabeza. ... ...La última parte del ritual, tan importante como los preparativos anteriores, consistía en recorrer con la vista las gradas del estadio y buscar a los miembros de mi familia entre el gentío que atestaba la pista central, para situarlos en las coordenadas que yo había trazado en mi cabeza. En la otra punta del graderío, a mi izquierda, estaban mi padre, mi madre y mi tío Toni; detrás de mi hombro derecho, en diagonal con los primeros, se encontraban mi hermana, tres abuelos, mi padrino y mi madrina, que son también tíos míos, y otro tío. No dejo que interfieran en mis pensamientos durante un partido -ni siquiera me permito sonreír durante el juego-, pero saber que están allí, como siempre, me proporciona la paz en que se apoya mi éxito como jugador. Cuando juego, levanto una muralla a mi alrededor, pero mi familia es el cemento que consolida la muralla. ...Me vino al recuerdo una imagen de la final del año anterior, de aquel mismo momento, antes de que comenzase el partido. Me dije una vez más que estaba preparado para afrontar cualquier problema que se presentara y para resolverlo. Porque ganar este partido era el sueño de mi vida, nunca había estado tan cerca de realizarlo y podía ocurrir que no volviera a tener esa oportunidad. Podía fallarme cualquier otra cosa, la rodilla o el pie, el revés o el saque, pero la cabeza no. Puede que sintiera miedo, que en algún momento me pudieran los nervios; pero, a la larga, la cabeza no iba a traicionarme esta vez.

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