Walter Fernández o cuando se tuerce un magnífico plan

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A no muchos de vosotros os sonará el nombre de Walter Fernández. Menos todavía si escribo que se trata del último y flamante fichaje del FC Fehérvár, antaño denominado Videoton FC y que, como tampoco os sonará en exceso, se ha proclamado campeón de la liga húngara, éxito que conllevará que dispute la fase previa de la Champions League, máxima competición continental que, por cierto, arrancó sin apenas luces ni taquígrafos este martes con los encuentros pertenecientes a las rondas previas. El 12 de julio el FC Fehérvár iniciará un camino casi imposible hacia la final del 19 de mayo de 2012 en el Allianz Arena, y lo hará con el catalán Walter Fernández como uno de sus mejores hombres.

Al bueno de Walter se le torció un magnífico plan justo cuando fútbol empezaba a aflorar. Llegó hasta los cadetes del RCD Espanyol para pasar a las categorías inferiores del FC Barcelona. Finalizada su etapa como juvenil, se fue a préstamo al Sporting Mahonés balear de Tercera, donde su estancia se redujo a seis meses, justo antes de volver a marchar en calidad de cedido al Antequera CF, conjunto de la Segunda B con el que no pudo evitar el descenso y que le valió como paso previo a su fichaje por la Pobla de Mafumet, conjunto de la Tercera División y filial del Club Gimnastic de Tarragona. En la antigua Tarraco no tardó en demostrar su calidad, basada en una zurda desequilibrante que se encargaba de poner en serios apuros a las defensas rivales.

Fue fichado para el filial grana, pero realizó la pretemporada con el primer equipo. Tanto gustó al por entonces entrenador del Nàstic, César Ferrando, que no dudó en incluirlo en la primera convocatoria de la temporada, dándole, además, la titularidad ante el Real Murcia en la Nueva Condomina. Con 20 años, Walter Fernández pasó de poder jugar en Tercera División a debutar en Segunda logrando una estabilidad en el equipo que no tardaría en ser captada. Delantero reconvertido a centrocampista por el flanco izquierdo, sus diabluras comenzaron a enamorar en el Nou Estadi, su desfachatez, descaro y juventud hicieron ver a la afición un nuevo ídolo surgido de la nada, con el que nadie contaba al inicio de curso.

Sus buenas maneras no tardaron, como digo, en ser seguidas. Y fue, quizá ahí, cuando el plan magnífico de Walter se empezó a torcer. Los rumores sobre el posible interés de clubes de Primera se convirtieron en una constante, y fue el Deportivo, que le veía como un perfecto sustituto del mexicano Guardado, y el Málaga, quienes más interés pusieron sobre el hábil y prometedor futbolista de Granollers. Fue el cuadro de Martiricos el que más insistencia puso en su cesión, llegando al último día del mercado de fichajes con un acuerdo casi total para que Walter jugara en la máxima división del fútbol español. Incluso el jugador, a sabiendas de que las negociaciones estaban avanzadas, vio desde la grada del coliseo grana el encuentro de su equipo ante, curiosamente el Murcia, a la espera de la oficialización.

A Walter le pusieron el caramelo en la boca y cuando empezaba a degustarlo, el Málaga prefirió echar marcha atrás en su deseo de contratarle para inscribir finalmente a Jordi Pablo y ser éste el refuerzo de última hora del que tanto se hablaba en La Rosaleda. La noticia fue para el interior zurdo como darse con un canto en los dientes y desde ese instante pasó de ser pieza fundamental del equipo a dejar, sencillamente, de serlo. Con la destitución de César Ferrando llegaría al banquillo tarraconenseLuis César Sampedro, que logró la meta de salvar al Nàstic y fue renovado para la siguiente temporada, la recién finalizada.

Ya con contrato del primer equipo, Walter dejó de ser quién era para ver como otros, como Álex Cruz primero y posteriormente otros jóvenes procedentes, como él, de la Pobla de Mafumet como Eloy Gila o Álvaro Rey le pasaban por delante. Dejó de entrar en las convocatorias, dejó de maravillar con su zurda, pero nunca se quejó. Jamás levantó la voz pero tampoco volvió a contar para el técnico gallego. Ni siquiera cuando arribó Joan Carles Oliva tuvo su oportunidad, y siguió ocupando un lugar de privilegio en la grada mientras en el Nou Estadi se preguntaban qué había sido de su incipiente nuevo ídolo.

Es más que probable que Walter, con un compartamiento más que ejemplar, le pesara como una losa ese magnífico plan que se vino a pique en el último instante, cuando ya veía uno de los sueños de cualquier futbolista al alcance de sus botas. Y sin el ruido que causó su no-marcha al Málaga, y tras pactar con el Nàstic su salida, aceptó jugar en una liga tan discreta como desconocida para el gran público como la húngara. Ahí podrá cumplir parte de aquel sueño frustrado, jugar en primera, y además, disputar la ronda previa de la Champions, quién sabe si no la fase final. Cualquier aliciente es bueno, cualquier estímulo es bienvenido, cuando de golpe, se tuerce un magnífico plan. Seguramente, con sólo 22 años, dispondrá de más.

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