Gran entrevista: "Prefiero pasarme de duro" Toni Nadal, el entrenador de Rafa Nadal.

Por aquí dejo una entrevista, muy buena entrevista a un entrenador, que aunque no sea de fútbol, que es lo que nos gusta hablar por aquí, creo que merece muchísimo la pena y tiene muchísimas frases con las que quedarse, nos sirve a todos, jugadores, entrenadores, preparadores físicos, tutores, familia, ....es una entrevista realizada a Toni Nadal el que todo el mundo considera autor del gran Rafa Nadal, lo ha moldeado con el paso de los años hasta hacer de Rafa el más grande tenista español de todos los tiempos y camino de ser el tenista más grande a nivel mundial, para ello aún le queda por superar lo realizado por Pete Sampras y con el permiso de Roger Federer. No es fútbol, pero es deporte y también nos interesa.
XlSemanal
Tras conquistar el Open USA, el mundo entero se ha rendido a los pies de Rafa Nadal. Convertido en el tenista más joven de la historia en conquistar los cuatro Grand Slam, ahora todos se preguntan por las claves de su éxito. Pues bien, sólo Toni Nadal, su tío, mentor y entrenador desde la más tierna infancia, conoce la respuesta. Humildad, trabajo, exigencia, disciplina, autocrítica, ilusión... son palabras que ha grabado a fuego en la mente del número uno. Hablamos en exclusiva con el hombre detrás de `la máquina´. Porto Cristo. Mallorca. A 13 kilómetros de Manacor. Territorio de los Nadal. Aquí todo el mundo, exceptuando las oleadas de turistas que visitan las cuevas del Drach, conoce a algún miembro del clan más popular de la isla. Desde su casa, Toni Nadal señala hacia una mansión, al otro lado de la bahía, presidida por un torreón y rodeada de árboles: «Es la de mi hermano Miguel Ángel». La de Toni, por su parte, es austera, minimalista, con grandes ventanales y un jardín que cuelga sobre el acantilado. Sentado en la terraza, el tío y entrenador del más joven ganador de los cuatro Grand Slam responde con firmeza sobre todo lo que le pregunten. A saber: las claves del éxito de su sobrino –para él, Rafael; nada de Rafa–, que ilustra con anécdotas reveladoras, su propia infancia, la familia Nadal, su desconfianza hacia ciertos entrenadores y la prensa, su admiración por Vicente del Bosque... Respuesta a respuesta, alternando su mirada entre los ojos de su interlocutor y la línea del horizonte, Nadal desglosa las claves de su ideario. A sus 49 años, este padre de tres hijos combina cautela y vehemencia con la misma naturalidad con la que su sobrino abre a raquetazos las puertas de la historia. XLSemanal. ¿Diría que ha sido demasiado duro con Rafa? Toni Nadal. Sí, muchas veces. Demasiadas [se ríe]. Tensas siempre la cuerda y a veces te pasas. Yo, además de entrenador, soy su tío y eso es determinante. Tengo más ganas de que sea bueno, más autoridad sobre él y más confianza. Estas tres cosas, por otro lado, hacen que a veces aprietes más de la cuenta. Soy bastante duro, la verdad, de palabra al menos. No me gusta el halago. Es cosa de familia. XL. ¿Alguna vez su sobrino le ha dicho algo en plan: «Sí, tío Toni, muy bien, vale, lo que tú digas, pero dame un respiro»? T.N. Sí, claro, pero, en general, me hace caso. Recuerdo una vez, en Shanghái, hace unos años, que bajábamos en el ascensor del hotel para ir a cenar. Rafael iba con bermudas y su jefe de prensa le dijo: «¡Oye!, en el restaurante hay que ir con pantalones largos –y añadió–, aunque a ti no te dirán nada». Yo se lo reproché: «¡Vaya educación que le das!». Y a Rafael: «Sube y cámbiate». Eso hizo. Respetó el principio de autoridad. XL. ¿Sin protestar ni hacerse el remolón? T.N. Así es. Era el n.º 2 y tenía 19 años, pero dijo: «Subo y me cambio». Se ha educado así toda la vida y le pareció bien. Si a un niño, porque triunfe, le das carta blanca a los 17 años, lo normal es que a los 24 sea un imbécil. No es el caso de Rafael. Ya no hay que decirle qué debe hacer. XL. Usted fue profesional. ¿A qué edad empezó su sobrino a ganarle al tenis? T.N. Con 13 años. Yo le decía que estaba mal. Y él: «¡Venga ya!, siempre te pasa algo cuando pierdes. O te mareas, o la espalda... Así no hay forma de ganar [se ríe]». XL. ¿En su carrera, cometió errores que le han permitido tener las cosas más claras para entrenar a Rafa? T.N. Sí, claro. Toda la vida me ha chocado la gente que dice: «Si volviera a nacer, haría exactamente lo mismo». Suena prepotente y estúpido, no estar dispuesto a avanzar o a cambiar. Yo era un jugador rocoso, muy defensivo, fallaba pocas bolas, pero no sabía ganar un punto. Comprendí que para ser bueno había que hacer algo diferente. XL. Rafa siempre ha sido considerado rocoso, aunque, claro, él sí que sabe ganar los puntos... T.N. Es curioso. Siempre busqué que fuera agresivo. Lo era de infantil, cadete, júnior, sólo que entró muy pronto en el circuito profesional [con 15 años fue el jugador más joven en ganar un partido en un torneo oficial de la ATP], empezó a jugar con gente muy superior a él y le costaba atacar. Con los años ha recuperado agresividad y ataca cada vez más. XL. Los deportistas son cada día más precoces, porque empiezan a edad muy temprana. Rafa, si no me equivoco, tenía una raqueta con tres años. ¿No es mucha presión para un niño? T.N. En el caso de Rafael, no lo creo. Los demás lo hemos ayudado, pero él está ahí por sus ganas de estar ahí. De todos modos, es verdad que hay una precocidad creciente, en todo. Los padres quieren empezar cuanto antes, hay mucha obsesión por el triunfo, por estar mejor preparado que los demás. XL. ¿Tampoco tuvo miedo de que, siendo tan joven, el circuito le quedara un poco grande? T.N. Nunca, Rafael había trabajado mucho desde pequeño, tenía condiciones para ello. Tuvo, eso sí, la mala suerte de tener un entrenador tan duro [se ríe], pero no creo que se arrepienta. Recuerdo una vez que fuimos a jugar un torneo a San Juan de Luz. Tenía 16 o 17 años y ya ganaba bastante dinero. Tenía contrato con Nike y Babolat. De noche se fue con un amigo mío a cenar y por la mañana me contaron que se habían metido una mariscada y yo se lo reproché: «A tu edad, lo que debes hacer es comerte una hamburguesa». Nunca ha sido de gastar, de hecho, se acaba de comprar su primer coche y, para ello, le pidió permiso a su padre. Siempre ha mantenido los pies en el suelo. Cuando lo vives desde pequeño y es un hábito, es más difícil que descarriles. XL. Dicho así parece fácil, pero ganar tanto dinero tan joven sin que le afecte... T.N. Es muy simple. Cualquier padre o tutor sabe que a su hijo le tiene que guiar hasta que tenga 22 o 24 años. ¿Cambia eso el hecho de que el niño gane dinero? Pues no. Necesita incluso una guía más firme, ya que se ve envuelto en situaciones con alto potencial desestabilizador. Luego, él se deja guiar o no. Yo siempre he procurado que Rafael entendiera que lo que hace es sólo un juego. Juega bien, eso sí, nada más.
XL. Sigue el mismo método con sus hijos, supongo... T.N. Sí, claro. Mira, ayer le dije a mi hijo de siete años que había jugado muy bien y me respondió: «Pero si me dices siempre que lo hago muy mal». Y yo: «Sí, bueno, es para que sepas que debes mejorar». Pues me soltó un: «Prefiero que me digas que lo hago mal, así me esforzaré más» [se ríe]. XL. O sea, también se le escapa un halago de vez en cuando... T.N. Lo justo. ¡Mal jugador aquel que necesita que lo halaguen todo el tiempo! La recompensa son los trofeos, la vida que llevan... A veces hay que relajar la presión, pero si he de elegir entre ser duro o blando, prefiero pasarme de duro. El deporte es esfuerzo y exigencia. ¿Por qué correr, si no, 42 kilómetros en una maratón, o hacerse 200 en una bici? Mejor te coges el coche, ¿no? Detrás de todo hay una recompensa personal. Y esto es duro.
XL. ¿Alguna vez Rafael le ha dicho: «Ya no puedo más, me estoy exigiendo demasiado»? T.N. A veces, eeh... Mira, estábamos en Roma este año, venía de hacer el tratamiento en la rodilla, entrenaba con dolor [suspira]. No me gusta escuchar quejas; cuando le duele, ni me acerco. Aquel día era martes y debutaba el miércoles, le dolía mucho y ponía mala cara. Le dije: «¡Joder, Rafael!, pon buena cara, así no vamos a ningún lado». Y él: «¡Puff! Me duele tanto que no puedo. Prefiero decírtelo porque me cuesta soportarlo». Entonces añadí: «Mira, tienes dos caminos, decir basta y nos vamos o sufres un poco y pones buena cara. Tú eliges». El domingo, tras ganar el torneo, le dije: «Ésta es la diferencia entre aguantar o desistir. Los dolores del martes ahora te compensan, ¿no? Siempre depende de ti verlo de manera positiva, poner buena cara».
XL. Pocos tenistas han evolucionado tanto en su carrera como Rafa. ¿Cómo le ha inoculado esa capacidad de autocrítica? T.N. Nunca le acepté excusas a Rafael para justificar las derrotas. Me decía: «Es que el cordaje, es que no se qué...». Yo ni siquiera le dejaba saber qué cordaje usaba porque intenté, desde siempre, que se responsabilizara de sus victorias y de sus derrotas. Es siempre una relación causa-efecto: si trabajas bien, puedes triunfar; si no, el fracaso es lo más probable. Tendemos a sobrevalorarnos y, si fallamos, echamos la culpa a otros. Cuando te pregunten: «¿Por qué has perdido?», la razón es muy simple: «Porque el otro es mejor». Luego examina tus defectos, pero esto es lo primero.
XL. ¿«La verdad duele pero curte» podría ser su máxima? T.N. [Se ríe] Un día, jugando la Davis, él andaba perdiendo puntos importantes y le dije: «Procura ganar más primeros puntos porque al llegar al deuce no respondes bien». Me dijo: «Tampoco hace falta que me hables así». Y yo: «O te lo digo yo o te lo dice el contrario cuando llegues a 40 iguales y pierdas». Otra vez, en Montecarlo, antes de jugar contra Federer me preguntó: «¿Cómo lo ves?». Le dije: «Hombre, él tiene mejor drive, mejor saque, mejor volea...». Y Rafael: «No sigas, ¡vaya ilusión!». Y yo: «Es la verdad. Tú le ganas en determinación, ponte al límite de tus condiciones y veremos». Si le digo que es mejor que Federer, soy idiota. Él tiene 16 Grand Slam y Rafael, 9. ¿Para qué engañarnos?

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