
Unos
buenos ingredientes, productos de gran calidad, no siempre hacen un
buen caldo. Un huevo y un aceite delicatesen no siempre atan una buena
mayonesa. EQUIPO es complicidad, compromiso compartido, vínculo, unión, ilusión y sentimiento colectivos…
Tener mucho talento no presupone compromiso. Muchos equipos, de trabajo
y deportivos, acumulan muchísimo talento entre sus miembros pero no
llegan a funcionar como auténticos equipos.
La
cohesión interna es una de las claves que diferencia a un equipo de un
grupo cualquiera.
Los equipos tienen el reto de construir la cohesión interna, su espíritu o alma colectiva, de lo contrario no llegan a ser un equipo. No les viene dada solo por ser buenos jugadores, por coincidir en la misma plantilla o pertenecer a un gran club. Solo cuando surge la cohesión interna, el compromiso y la complicidad, sobretodo en la tarea, se puede hablar de un auténtico equipo. Barça, Atlético, M. United, son ejemplos de equipo, donde el talento se sostiene sobre un sentimiento o compromiso colectivo. Otros muchos equipos son grupos de futbolistas que jamás llegan a ser un auténtico equipo.
Los equipos tienen el reto de construir la cohesión interna, su espíritu o alma colectiva, de lo contrario no llegan a ser un equipo. No les viene dada solo por ser buenos jugadores, por coincidir en la misma plantilla o pertenecer a un gran club. Solo cuando surge la cohesión interna, el compromiso y la complicidad, sobretodo en la tarea, se puede hablar de un auténtico equipo. Barça, Atlético, M. United, son ejemplos de equipo, donde el talento se sostiene sobre un sentimiento o compromiso colectivo. Otros muchos equipos son grupos de futbolistas que jamás llegan a ser un auténtico equipo.
Ahora
resulta más difícil construir un equipo a partir de una buena plantilla
de futbolistas. Los jóvenes están más preparados que nunca pero sus
valores han cambiado respecto a los de generaciones anteriores. Son más
individualistas, cultivan sus relaciones apoyándose en las redes
sociales, se comunican mucho a través de las nuevas tecnologías. Hablan
antes con su smartphone que con la persona que tienen al lado. Son
selectivos en sus relaciones personales y menos tolerantes con los que
consideran diferentes o ajenos a ellos. Prefieren guardar las distancias
y mantener una convivencia serena pero sin gran implicación emocional.
Son más racionales y menos temperamentales. Se mueven por metas
personales y les cuesta establecer complicidad por objetivos colectivos.
Evitan pronunciarse en puestas en común, aplicándose eso del que calla
otorga. Son prudentes y cómodos, sin estar dispuestos a arriesgar
demasiado en el plano personal.
Con
estos condicionantes los grupos son más planos a nivel emocional, no
existiendo graves conflictos en ellos pero también sin una gran
complicidad. Los grupos son tibios, sin mucha vida interior, aburridos…
Entre familiares o amigos hay abrazos y discusiones, de todo un poco. Y
ese rico intercambio emocional les une y les compromete entre ellos.
Ahora en el interior de los equipos hay menor tiempo compartido,
limitándose a la convivencia en entrenamientos, desplazamientos y
partidos. No suelen compartir tiempo más allá del relacionado con su
trabajo. No se van de cervezas después del entrenamiento, ni se reúnen
en casa de uno para comer o cenar. No discuten pero tampoco crean lazos
comprometedores entre sí.
No
se puede esperar a que la cohesión interna surja a partir del trabajo
del entrenador y de los buenos propósitos de los futbolistas. Ese alma
colectiva se ha de construir de forma activa mediante un laborioso
trabajo, a veces encubierto, de ingeniería grupal que contempla
múltiples acciones dirigidas y coordinadas por el entrenador, a cuyo
esfuerzo debe sumarse la colaboración activa del resto de integrantes
del equipo, futbolistas, colaboradores del cuerpo técnico, miembros de
los servicios médicos, utilleros…
Construir un equipo no está exento de dificultades.
A las derivadas de intentar alinear los intereses individuales con los
colectivos y con integrar las diferencias existentes dentro del grupo
hay que añadir lo difícil que lo puede poner algún integrante del
equipo.
A
veces el futbolista claramente resta en lo colectivo y pone difícil la
supervivencia del equipo. Suele ser una minoría pero está ahí, en muchos
equipos. Les llamo “personajes tóxicos” porque intoxican la buena convivencia y el buen clima de trabajo,
acaban abriendo grietas en el vestuario y haciendo muy difícil la
cohesión interna. Llegan a impedir que surja el alma colectiva. Existe
una tipología de personajes tóxicos bien conocida por los que trabajamos
en equipos de fútbol. Los voy a identificar a continuación para mayor
conocimiento de todos. Lo hago desde mi propia experiencia profesional
más que desde la teoría de grupos.
Así pues entre los diferentes “personajes tóxicos” encontramos al:
§ DISIDENTE.
Siempre hay algún futbolista que no comparte las propuestas del
entrenador, que no está de acuerdo, que discrepa, incluso que se opone
sistemáticamente. Hay que entender este hecho como algo natural y
habitual. El entrenador no puede aspirar a convencer a la totalidad de
sus futbolistas. Pretenderlo es una utopía. En su labor “evangelizadora”
de sus valores, filosofía, estilo de juego… siempre habrá algún
futbolista que quedará al margen. No existe problema si la disidencia en
una plantilla se da solo en casos aislados.
Es
más, el aparente problema se puede convertir en una oportunidad. El
disidente puede ser, sin saberlo y sin quererlo, un colaborador
indirecto del entrenador. Su conducta disidente ofrece la oportunidad
para que el resto de futbolistas entienda el porqué resta en la
construcción del equipo. Bien gestionado por el entrenador el disidente
puede enseñar en sus compañeros qué comportamientos ayudan y cuáles
perjudican a la hora de hacer equipo.
§ IRASCIBLE.
Es fácil encontrar ese futbolista de carácter competitivo, con escasa
tolerancia a la frustración, que responde con enfados cuando encuentra
dificultades o no ve satisfechas sus expectativas. Ese carácter
competitivo, irascible, poco paciente lleva a que el enfado le explote
en sus propias manos y lo traslade contra sus compañeros, el entrenador o
el equipo. A este futbolista se le teme. Los compañeros acaban
distanciándose de él para no sufrir sus prontos bruscos o se cohíben y
no se desenvuelven con espontaneidad. Lo que puede llegar a proyectarse
sobre el terreno de juego.
§ ACOSADOR.
Este futbolista suele mostrarse vestido con el traje de veterano,
competitivo, arrogante, retador, muy comprometido con el equipo. Detrás
de ese disfraz hay una persona egoísta, que se guía por sus propios
intereses dispuesto a alinearlos con los del equipo solo cuando le
interesa, y en el fondo no lleva bien la competencia interna. Puede
confundir al entrenador o a los directivos por su aparente compromiso y
jerarquía pero no consigue engañar nunca a sus propios compañeros.
Actúa
como un maltratador del equipo, al que quiere tanto que le hace sufrir
mucho. En su relación de complicidad con el entrenador o presidente
llega a argumentarles “confía en mi” o “déjame a mi” para gestionar
asuntos internos del vestuario. El compañero suele distanciarse de él,
de forma que su liderazgo es solo aparente. Al tratar de impedir que
otros líderes asomen la cabeza este personaje contribuye a que haya
pocos futbolistas dispuestos a sumarse al liderazgo colectivo,
dispuestos a tirar del equipo, dibujando un equipo con poca
personalidad.
§ MALA CABEZA.
Siempre hay algún futbolista al que le acuden casi todos los problemas.
Cuando aún no ha salido de un charco ya se ha metido en otro. ¿Mala
suerte? No, mala cabeza. La explicación está en su inmadurez personal e
impulsividad. Actúa sin pensar, es tan impulsivo que ni siquiera piensa
después de actuar. Tiene escaso autocontrol, no sabe decir no, se ve
atraído por el riesgo. Se equivoca con frecuencia, siempre se muestra
arrepentido aunque vuelve a tropezar una y otra vez metiéndose en
problemas.
Sin
persona no hay futbolista. El talento no es suficiente si no va
acompañado de valores y madurez personal. Creo más en el talento medio
bien amueblado que en el talento salvaje sin amueblar. Una mala cabeza
abre grietas en el vestuario atentando contra el concepto de equipo, y
suele medir la autoridad o credibilidad de su entrenador ya que el grupo
observa cómo gestiona el conflicto.
§ EGOÍSTA.
Hay que reconocer que todos somos egoístas por naturaleza, pues nos
guiamos en un principio por metas personales. El egoísmo puede ser
inteligente o destructivo para con el equipo. Cuando se entiende la
potencialidad del trabajo en equipo y uno busca establecer complicidades
para que le resulte más fácil alcanzar sus metas, entonces encuentra al
equipo. Por inteligencia, eficacia y pragmatismo se acepta al equipo
como mejor socio o mayor cómplice y se alinean los intereses personales
con los colectivos.
Cuando
el egoísmo es desmedido, descontrolado, desconfiado, irracional se
vuelve perverso para con el equipo y autodestructivo para quien lo
ejerce. El egoísmo irracional y desbocado no solo colisiona con el
equipo destrozándole sino que frustra a quien se guía por él llevándole a
ver cómo se le escapan sus propias metas por resultarle inaccesibles
sin la complicidad con el equipo.
§ NEGATIVO.
Dentro de una plantilla de veinticinco futbolistas siempre hay alguna
persona negativa, pesimista, que no disfruta ni de su profesión ni de su
vida. Las personas negativas trasmiten negatividad, se angustian,
anticipan posibles dificultades que no tienen porqué darse, se quejan de
casi todo, no están conformes con casi nada, sufren por todo… y hacen
sufrir a los que conviven con ellas. Es el eterno descontento, la
permanente angustia. Lógicamente, este personaje más que sumar resta
porque impide crear una química colectiva saludable, un buen clima de
trabajo y de rendimiento.
§ TÍMIDO.
En un vestuario siempre vive algún futbolista que apenas se le escucha
hablar. Se limita a esbozar una sonrisa cuando los compañeros le gastan
alguna broma. Se relaciona con muy pocos compañeros y no participa en la
dinámica grupal. Aunque puede ser querido por sus compañeros tiene muy
poco peso en el grupo.
El
tímido debería darse cuenta que en fútbol, deporte de equipo, no se
puede ser tímido, mejor dicho que la timidez es una auténtica barrera
cuando hay que trabajar y convivir diariamente con compañeros. Un
deporte de equipo exige de habilidades sociales, cordialidad, talante
dialogante y conciliador, sentido del humor, tolerancia… El tímido debe
cambiar su personalidad por varias razones, ser mejor futbolista, ayudar
más a su equipo y poder disfrutar mucho más de la profesión y de las
oportunidades que le depara continuamente la vida.
Estos
son los personajes más tóxicos. Sin duda hay otros pero estos son los
que más abundan y los más nocivos para el equipo. Estas tipologías de
personajes tóxicos no se suelen dar en estado puro. Varias pueden
convivir en un mismo futbolista. Lo interesante es identificar bien
estas tipologías como actitudes muy nocivas para la buena salud de un
equipo.
Seguro
que a medida que has ido leyendo el presente artículo tú mismo has ido
poniendo cara y nombre a cada uno de estos personajes tóxicos. Es
posible que alguno se identifique él mismo como un posible personaje
tóxico para su equipo. Se hace imprescindible sanear el clima interno de
un grupo para que no haya obstáculos que le impidan crecer como equipo.
El enfoque más fiable para ventilar los equipos de personajes tóxicos
no es el coercitivo, castigar o reprender, sino el educativo, tomar
conciencia, argumentar, convencer, enseñar sobre la potencialidad del
equipo y sobre aquello que suma o que resta en la construcción de la
cohesión interna, del alma colectiva.
José Carrascosa (Psicólogo del Deporte / Director de www.sabercompetir.com)
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