Por Ángel Cappa
Hace bastante tiempo que el fútbol argentino vive sumergido en la confusión metódica y siempre encuentra apóstoles que la profundizan y divulgan como si hubieran descubierto el secreto mas íntimo de este juego. El más reciente es el entrenador de Racing, que expone su falta de conocimiento con una seguridad que desconcierta. "Yo no tengo ideología", afirma sin pudor alguno; "yo soy pragmático", agrega, y se suma, tal vez sin saberlo, a los muchos técnicos que, agobiados por las urgencias del entorno, sucumben sin remedio a la tiranía del resultado.
Es bueno lo que gana y mientras gane, y es malo lo que pierde sea lo que fuere. Han tenido, para eso, que despreciar sin remordimientos todos los sueños y las ilusiones que alguna vez, es lógico suponerlo, tuvieron. Zubeldía se formó como entrenador en Lanús, un club con una identidad clara de buen fútbol, junto a Ramón Cabrero, cuyo manual empieza con la más sencilla e importante de todas las lecciones: hay que darle la pelota a un compañero. En Lanús jugó José Manuel Ramos Delgado y él mismo contaba que, en su debut y tal vez por los nervios, revoleó una pelota en una situación comprometida y enseguida escuchó la advertencia de uno de sus compañeros: "así no, nene, esto es Lanús y tenés que jugar siempre".
¿Cómo habrá hecho el pragmatismo de Zubeldía para ignorar esa herencia? Porque él a esa manera de jugar la llama "pasecitos intrascendentes" y dice que prefiere "el vértigo" (sic) para abrumar al rival. ¿Qué será el vértigo? ¿Correr como locos hacia adelante sin tener en cuenta la pelota, como hace habitualmente este Racing? Se trata de una jugada (por decirlo de alguna manera) que termina en un inevitable choque y vuelta a empezar. Algunos también llaman a esa vertiginosa manera de no jugar, fútbol directo. Es decir, sin engaño, el concepto fundamental no sólo del fútbol, sino de cualquier juego. Inclusive del truco. Los tiempos de la confusión confunden también el significado de las palabras y el contenido de las frases. No tener ideas no es una virtud, sino una lamentable carencia. La exhibición orgullosa de la ignorancia no es de sabios sino de atolondrados. Racing, que tuvo montones de equipos a lo largo de su historia que formaron parte de la tradición de intentar jugar bien, le ganó a River de casualidad porque hizo tantos méritos como River para hacerlo: ninguno. Fue por un tiro libre, que autorizó a Zubeldía a confesar que había elegido a los defensores teniendo en cuenta el biotipo (sic), ya que estaba convencido de que harían un gol de esa forma. La realidad pragmática de esa jugada fue que el "biotipo" tuvo que agacharse para cabecear, de modo que la altura no tuvo nada que ver con el éxito. Y le ganó a San Lorenzo por la misma razón: casualidad. "Fuimos contundentes", dijo Zubeldia. Y es cierto. Primero, el codo de un jugador de San Lorenzo le dio un gol y un delantero visitante falló un mano a mano con el arquero; luego, un gol en contra y la lesión del mejor jugador rival terminaron de decidir pragmática y contundentemente el partido.
Pero, claro, Racing ganó dos clásicos seguidos y el entorno, que solo respeta el éxito, lo encumbra y alimenta la confusión. Para ganar hay que ser pragmático, vertiginoso y contundente. Y yo pregunto, ¿hay algo mas práctico que jugar bien?. Los grandes y hasta los buenos equipos de ahora y de siempre han tenido y tienen una idea y mantienen, una vez que la encuentran, una formación mas o menos estable. ¿No es eso ser pragmático? ¿O ser pragmático es cambiar de estilo y de jugadores según el rival?
Por eso cuando hablan de entrenadores jóvenes o viejos, yo siempre me fijo en algo que me parece fundamental. Entiendo por viejo a aquel que ha dejado de soñar, que se entregó, que sólo quiere durar y que, por lo tanto, lo único que le importa es no perder para seguir hasta el domingo que viene. No se es joven por haber nacido hace poco. El Tata Martino por ejemplo, que tiene algunos años mas que Zubeldía, es, en ese sentido, mucho más joven porque sigue manteniendo la ilusión de jugar bien. Y no lo condiciona el resultado. "Jugamos bien, estoy contento", dijo el otro domingo después de empatar frente a Tigre un partido que Newells mereció ganar. "Está bien, no ganamos, pero jugamos bien. Ya ganaremos", agregó. Estuvo lejos del pragmatismo de Zubeldía, pero mucho más cerca del fútbol, de su significado y de su razón de ser.
Es lo mismo que defiende Diego Latorre -que jugaba muy bien y a quien probablemente el pragmatismo de Zubeldía no lo tendría en cuenta según el biotipo de los rivales en algunos partidos- en una espléndida nota en Olé. Habla de todo lo que desprecian el pragmatismo confusional y el entorno que sólo respeta al que gana, y que es lo que realmente queda y sirve. Diego saltó en ese artículo la barrera del resultado como único objetivo y fue a buscar el significado mas auténtico del fútbol y lo encontró en las emociones, en la sensibilidad. Precisamente para entenderlo hacen falta conocimientos y sensibilidad, cosas que no entran en la metodología pragmática.
Muchas veces me preguntaba por qué el buen fútbol no tiene muchos adeptos entre periodistas y entrenadores. Un día me respondió Johan Cruyff: "Porque hay que saber", me dijo.
Es bueno lo que gana y mientras gane, y es malo lo que pierde sea lo que fuere. Han tenido, para eso, que despreciar sin remordimientos todos los sueños y las ilusiones que alguna vez, es lógico suponerlo, tuvieron. Zubeldía se formó como entrenador en Lanús, un club con una identidad clara de buen fútbol, junto a Ramón Cabrero, cuyo manual empieza con la más sencilla e importante de todas las lecciones: hay que darle la pelota a un compañero. En Lanús jugó José Manuel Ramos Delgado y él mismo contaba que, en su debut y tal vez por los nervios, revoleó una pelota en una situación comprometida y enseguida escuchó la advertencia de uno de sus compañeros: "así no, nene, esto es Lanús y tenés que jugar siempre".
¿Cómo habrá hecho el pragmatismo de Zubeldía para ignorar esa herencia? Porque él a esa manera de jugar la llama "pasecitos intrascendentes" y dice que prefiere "el vértigo" (sic) para abrumar al rival. ¿Qué será el vértigo? ¿Correr como locos hacia adelante sin tener en cuenta la pelota, como hace habitualmente este Racing? Se trata de una jugada (por decirlo de alguna manera) que termina en un inevitable choque y vuelta a empezar. Algunos también llaman a esa vertiginosa manera de no jugar, fútbol directo. Es decir, sin engaño, el concepto fundamental no sólo del fútbol, sino de cualquier juego. Inclusive del truco. Los tiempos de la confusión confunden también el significado de las palabras y el contenido de las frases. No tener ideas no es una virtud, sino una lamentable carencia. La exhibición orgullosa de la ignorancia no es de sabios sino de atolondrados. Racing, que tuvo montones de equipos a lo largo de su historia que formaron parte de la tradición de intentar jugar bien, le ganó a River de casualidad porque hizo tantos méritos como River para hacerlo: ninguno. Fue por un tiro libre, que autorizó a Zubeldía a confesar que había elegido a los defensores teniendo en cuenta el biotipo (sic), ya que estaba convencido de que harían un gol de esa forma. La realidad pragmática de esa jugada fue que el "biotipo" tuvo que agacharse para cabecear, de modo que la altura no tuvo nada que ver con el éxito. Y le ganó a San Lorenzo por la misma razón: casualidad. "Fuimos contundentes", dijo Zubeldia. Y es cierto. Primero, el codo de un jugador de San Lorenzo le dio un gol y un delantero visitante falló un mano a mano con el arquero; luego, un gol en contra y la lesión del mejor jugador rival terminaron de decidir pragmática y contundentemente el partido.
Pero, claro, Racing ganó dos clásicos seguidos y el entorno, que solo respeta el éxito, lo encumbra y alimenta la confusión. Para ganar hay que ser pragmático, vertiginoso y contundente. Y yo pregunto, ¿hay algo mas práctico que jugar bien?. Los grandes y hasta los buenos equipos de ahora y de siempre han tenido y tienen una idea y mantienen, una vez que la encuentran, una formación mas o menos estable. ¿No es eso ser pragmático? ¿O ser pragmático es cambiar de estilo y de jugadores según el rival?
Por eso cuando hablan de entrenadores jóvenes o viejos, yo siempre me fijo en algo que me parece fundamental. Entiendo por viejo a aquel que ha dejado de soñar, que se entregó, que sólo quiere durar y que, por lo tanto, lo único que le importa es no perder para seguir hasta el domingo que viene. No se es joven por haber nacido hace poco. El Tata Martino por ejemplo, que tiene algunos años mas que Zubeldía, es, en ese sentido, mucho más joven porque sigue manteniendo la ilusión de jugar bien. Y no lo condiciona el resultado. "Jugamos bien, estoy contento", dijo el otro domingo después de empatar frente a Tigre un partido que Newells mereció ganar. "Está bien, no ganamos, pero jugamos bien. Ya ganaremos", agregó. Estuvo lejos del pragmatismo de Zubeldía, pero mucho más cerca del fútbol, de su significado y de su razón de ser.
Es lo mismo que defiende Diego Latorre -que jugaba muy bien y a quien probablemente el pragmatismo de Zubeldía no lo tendría en cuenta según el biotipo de los rivales en algunos partidos- en una espléndida nota en Olé. Habla de todo lo que desprecian el pragmatismo confusional y el entorno que sólo respeta al que gana, y que es lo que realmente queda y sirve. Diego saltó en ese artículo la barrera del resultado como único objetivo y fue a buscar el significado mas auténtico del fútbol y lo encontró en las emociones, en la sensibilidad. Precisamente para entenderlo hacen falta conocimientos y sensibilidad, cosas que no entran en la metodología pragmática.
Muchas veces me preguntaba por qué el buen fútbol no tiene muchos adeptos entre periodistas y entrenadores. Un día me respondió Johan Cruyff: "Porque hay que saber", me dijo.
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