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Pocas cosas me indignan más en el mundo del fútbol que la célebre
etiqueta que se coloca a algunos jugadores de ‘futbolista fiestero’. Me
molesta mucho que lo piense la afición sin argumentos, pero muchísimo
que lo suelan hacer compañeros periodistas sin pruebas.
Es la acusación más fácil de realizar que existe en el fútbol. Si tú
dices: “ese jugador tiene una vida desordenada, le gusta la noche, etc.”
no ocurre absolutamente nada. Es más, a diferencia de cuándo se da una
noticia falsa, nadie te obliga a demostrarlo. Se piensa directamente:
“si lo dicen será por algo…”.
Como he vivido casos muy de cerca me gustaría plantearles a todos los
listillos que se tiran a la piscina a las primeras de cambios algunas
consideraciones.
¿Alguien duda de que si un futbolista quiere pegarse una buena juerga
tiene medios como para que no se entere nadie? Yo no lo dudo porque lo
he vivido. Basta con juntar a sus amigos, una llamada de teléfono y todo
queda entre cuatro paredes.
Así que si partimos de la base de que nadie puede demostrar cuántas
fiestas o con qué frecuencia un futbolista se va de fiesta, ¿cómo nos
podemos atrever a descalificarlo? ¿Acaso hay un ranking fidedigno de
jugadores con más salidas por temporada?
El que piense que solo Guti, Cassano o Drenthe salen de fiesta saben
de fútbol tan poco como de la vida. Otra cosa es que unos lo reconozcan
sin problemas y otros se lo callen.
Ahora bien, esas supuestas salidas que realizan los ‘fiesteros’
habría que ver cuándo las hacen. Estoy seguro de que el 90 por ciento de
los jugadores profesionales no ha salido jamás el día antes de un
partido y la mayoría absoluta de ellos, ni dos días antes.
Entonces, que un futbolista salga a una discoteca hasta las tantas,
por ejemplo, el día antes de su día de descanso, ¿significa que es un
fiestero o un mal profesional?
Es simplemente una coletilla ideal que les sirve a los periodistas
para justificar malos rendimientos cuando no encuentran otro argumento.
Solo cuando tu marido, tu hijo, tu mejor amigo o tu hermano se dedica
al fútbol de manera profesional te puedes dar cuenta cómo es de verdad
la vida de un profesional de eso y cómo pueden afectar las críticas
desinformadas.
Uno de los jugadores con más fama de juerguistas que conocí ejemplifica
esta injusticia. Desde que empezó a jugar al fútbol era 'sospechoso'.
Era guapo y su ciudad había ligado con todas las chicas que le apeteció.
Vestía bien. Tenía pinta de futbolista caro al verlo por la calle.
Nunca le gustó ser amigo de los periodistas. Prefería tomar café en un
bar que en casa. Hacía amistad fácil fuera del fútbol. Le gustaba a
hijas de directivos, novias de periodistas o mujeres de aficionados.
Calentando era un desastre. Si no le conocías era fácil pensar que la
noche antes la pasó de juerga. No tenía la necesidad de entrar duro ni
saltar de cabeza.
Era ese mismo futbolista que jamás salió ni un viernes ni un sábado
antes del partido de su equipo. El mismo que nunca faltó a un
entrenamiento y jamás respondió a un entrenador. Un futbolista que
cuando tenía libre salía en el centro de la ciudad en la que jugaba y
siempre se le veía bien rodeado. Sabía que su vida era el fútbol y hasta
donde podía llegar.
Un jugador que llegó a ver pintadas en su contra en la fachada del
campo de fútbol. Un chico que nunca negó que saliera en su tiempo libre
igual que nunca afirmó que descansaba los días de trabajo. Lo
consideraba obvio, no como otros.
Ese futbolista compartió vestuario con compañeros que llegaron a
entrenar borrachos, otros que venían directamente de pasar la noche
detenidos o que habían sido sacados a patadas de una discoteca. Pero
esos no eran rubios, no iban bien vestidos y adulaban a la prensa.
En el fútbol no todo es lo que parece. Y es cierto que en las mejores
fiestas que he visto en mi vida había futbolistas (de vacaciones), pero
es igual de cierto que la mayoría de jugadores se cuidan mucho más de
lo parece.
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